[Comienzo con esta entrada un pequeño ciclo de Massimo Fini dedicado al dinero, con extractos de su obra "El Dinero, el Estiércol del demonio". El primer texto es un resumen del primer capítulo y los demás darán una idea de su línea de razinamiento y su punto de vista, que podemos anticipar no considera el dominio del dinero como expresión de un gobierno mundial, escondido o menos, sino como el resultado de un mecanismo creado por el hombre y que ha escapado a su control.]
Massimo Fini
Del libro "Il denaro, sterco del demonio", Marsilio 1998
En los años cincuenta o en los primeros años sesenta, para los muchachos que éramos el dinero tenía poquísima importancia. Ya fuéramos hijos de burgueses o de proletarios llevábamos todos, más o menos, la misma vida, nos vestíamos de la misma manera, haciamos las mismas cosas. En los ambientes limitados en que vivíamos, el colegio, las calles del barrio y, en verano, los baños, era muy difícil apreciar las diferencias porque, aunque las había, no se veían.
A
veces, raramente, había algún “hijo de papá” que exhibía algo de lujo pero en
vez de ser admirado y adulado era despreciado como individuo tendencialmente
poco viril. Un petimetre. Lo que contaba entre nosotros era quién jugaba mejor
al fútbol, tenía puntería con la cerbatana o, unos años después, salía con las
chicas más guapas.
También
entre los adultos ostentar la riqueza era considerado reprobable […] En
cualquier caso aún estaba ampliamente difundida la ética de la “pobreza con
dignidad”: el pobre no estaba considerado un desecho, un paria, un despojo de
la sociedad. No se dudaba de que se podía ser pobres y felices. Existían otros
valores que no estaban ligados a la fuerza del dinero.
En
el transcurso de los años, en pocos decenios, he visto esta cultura completamente
barrida y el dinero convertirse en el único valor realmente compartido. La cosa
obviamente no es específica de la sociedad italiana (nosotros incluso hemos
tomado este camino más tarde que los demás) sino que afecta a todos los países
industrializados y también ya, en la globalización y la interdependencia de las
economías, a los no industrializados. Hoy en día todo, o casi, es dinero, todo
depende del dinero, todo va a parar al dinero. El dinero, con su extraordinaria
fluidez, se introduce en cada recodo de nuestra existencia. Y cuanto más se
desmaterializa y se hace casi invisible más esta presente, determina los
estilos de vida, se convierte en el fin primario. No es posible ignorarlo.
[…]
Una
cosa es cierta: con el dinero ha sucedido como con todo lo demás. De ser una
útil herramienta ha pasado a ser un fin, el siervo se ha convertido en el amo,
creemos que lo manejamos y en cambio nos manipula, creemos usarlo y él es el
que nos usa, creemos moverlo y en cambio nos hace movernos a nosotros, es más nos
hace trotar, creemos poseerlo y él es el que nos posee. Además, considerado
globalmente, el dinero ha alcanzado un volumen tan estratosférico y lo hemos
cargado de tantas expectativas que, antes o después, inflado hasta dimensiones
oníricas, implosionará con consecuencias devastantes.
Es
la historia de la relación entre el hombre y la Tecnologia (o si se prefiere
entre hombre y Cultura) donde terminamos infaliblemente siendo subyugados por
los mecanismos que hemos creado, arañas prisioneras de su propia tela.
Y el
dinero es quizas el más refinado instrumento de la técnica porque es puramente
conceptual […] el dinero, que hay que distinguir de la moneda en la cual se
encarna, como el Espíritu en la hostia consagrada, aunque juntos formen un
único cuerpo mistico, es un concepto, una idea, una logica, una abstracción,
que sin embargo, como cada uno de nosotros experimenta en la práctica
cotidianamente, es inequivocamente algo muy concreto. Alfred Sohn Rethel con un
eficaz oxímoro, lo ha definido “una abstracción real”.
Y es
esta doble naturaleza lo que hace que el dinero sea ambivalente, ambiguo,
escurridizo, enigmático, indefinible, inaferrable […] Esencialmente humano (quizá
demasiaod humano, diría Nietzsche) el dinero es también suprahumano o
ultrahumano porque, estando fuera de la materia, tiene una realidad metafísica.
No es casualidad que en todos los libros que se ocupan del dinero en un sentido
no estrictamente económico sean frecuentes los paralelismos con lo divino o lo
diabólico. Dice Martín Lutero: “El dinero es la palabra del diablo, por medio
de la cual crea todo en el mundo, exactamente como Dios crea a través de la
palabra de la Verdad”. A los teólogos, cristianos y musulmanes, sobre todo
medievales, les ha siempre impresionado la capacidad de posesión del dinero y
de las devastaciones que puede provocar en el animo humano. Más laicamente los
marxistas ortodoxos lo han condenado porque sería “el instrumento para
apropiarse del trabajo de los demás”. Los psicoanalistas lo relacionan con el
estiércol por el placer que se experimenta sea expulsándolo que reteniéndolo.
Pero
si es estiércol es un estiércol muy especial, transcendente y metafísico: es,
por citar otra vez a Lutero, el estiércol
del demonio.
Muchas gracias por esos extractos, es una obra de plena vigencia.
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